domingo, 8 de mayo de 2011

Civilización bárbara



Análisis del film "Les Invasions Barbares" (2003)



Civilización y barbarie

La etimología de la palabra Bárbaro procede del griego, siendo ésta una transcripción de la connotación en su origen con la que se la atribuye actualmente como sinónimo de salvaje, bruto o tosco, aunque su significado inicial era "extranjero", en el sentido de "los que balbucean" o de "los que no conocen el griego". La división identitaria se conformaba de esta manera: los helenos y todos los demás.

Posteriormente, los romanos difundieron el uso del término, dado que utilizaron esa palabra tanto para describir como para dar trato a los invasores del Imperio Romano. La visión clásica refiere el concepto a todos los extranjeros de las comarcas fronterizas al Imperio, entre los cuales se subrayan tres clases de pueblos invasores: los hunos, los eslavos y los germanos.

Mucho tiempo después, en la Pampa húmeda, un tal Domingo Faustino Sarmiento evocaba al espíritu del caudillo mal educado Facundo Quiroga: “Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otro molde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, naturaleza campestre, colonial y bárbara convirtióse en Rosas en sistema político, arte, efecto y fin.”

En 1946, Cornelius Castoriadis y Claude Lefort idearon un movimiento marxista que pasaría a llamarse “Socialismo o Barbarie”. Combatían al stalinismo y al “estado obrero degenerado” desde el antidogmatismo. Consideraban la Unión Soviética como una mascarada del capitalismo de Estado. Paradójicamente, este movimiento se disolvió instantes previos al Mayo francés.

La condensación y el desplazamiento de las principales ideas partidarias del siglo XX, el impacto de las guerras mundiales, la argamasa de las estructuras piramidales de poder, así como la burocratización de movimientos en principio cristalinos, dieron el marco a la liquidez de los sistemas de pensamiento y acción. La posmodernidad asoma su nariz fragmentada, mediante la confluencia de la desintegración, la incoherencia, la globalidad, la comunicación, la multivocidad, el estallido cultural. En fin, se establece la imposibilidad de heredar un tradicionalismo, aunque en su seno conviven la integración de fuerzas sistemáticas de un pasado extenuado con la idiosincrasia de la democracia individual del todo vale.

El cáncer terrorista

Una lectura contemporánea, de cierto relativismo político, reubica la designación del antiguo bárbaro hacia una nueva extranjeridad transcultural, de insuficiente empatía tradicional e ideológica con el pensamiento global, que posibilita un escenario bipolar. La conformación del ser occidental se ve amenazada por la irrupción, otrora exótica y turística, del elemento fundamentalista de Oriente Medio. Un actor social ataviado con túnicas multimillonarias y cargadores de metralla, perseguidor de dogmas sacros incólumes, se presta al derrame del carcinoma que envenena las células económico-cristianas. Un nuevo enemigo no stalinista, breva por la imposición y/o defensa de un sustrato crudo de refinería mahometana. El tablero está planteado, dos ejes se ciernen por la conquista del motus vivire, operando sobre el antagonismo entre el terror y la valentía, suicida. El antes consabido simpático asiático y regateador posando ante un dromedario en la agenda de todo rejuntador de postales, ahora se filtra invisible con traje a medida, laptop y pendrive, conduciendo una Cherooke 4 x 4 en las avenidas ajetreadas de los brokers y señoras paquetas.

La santidad de una guerra paciente, ejecutada en los corazones monumentales de las cities, quebranta la legitimidad de la distinción fronteriza, como un caballo troyano emancipado de sus tierras nativas. La dificultad de marcar una distancia, la irrupción de lo sorpresivo, los soldados fuera del campo de batalla, encolumnados en el civilismo, inaugura otra estrategia, silente, sosegada, en la base del individuo y la familia. Sin embargo, el reconocimiento lombrosiano resucita airoso cuando una coloración de piel denuncia al peligro inminente.

Se ha descripto este fenómeno en términos biológicos, enfermedad, cáncer, células dormidas, por su parentalidad con el registro de la intrusión patógena en un cuerpo sano. Lo indomable que los nuevos virus pergeñan ante el avance de la carrera científica, una guerra natural que sistematiza los métodos tanto de tratamiento como de marketing publicitario.

Dentro de la comunidad político-bélica se atiende a la prevención de la salud mediante alertas coloridas para su cómoda identificación, alerta amarilla, naranja, roja, en la simulación de pastillas peligrosas más no sedativas. Y el control social se reactiva en los sumideros del terror, alterando la antigua premisa del Estado Protector por lo cual cada ciudadano es responsable y dueño de la proximidad-distancia ante un humanoide de rasgos no occidentales.

Social Capital… televisivo

Había una vez una revolución, en Francia, un proceso social y político que determinó la caída del sistema feudal erigiendo las ideas del período de la Ilustración tales como libertad, fraternidad e igualdad. Conjuntamente, los medios de producción se volcaron al capitalismo como fuente del aparato mercantil, operando en función del beneficio más las ganancias. Como respuesta a este movimiento que alberga los capitales en los nidos de la burguesía, surge La Conspiración de los Iguales, una corriente social que prometía dar solución ante las cuestiones de acumulación irreverente. Estas dos masas recalcitrantes en su polar accionar continúan hoy día con la pulseada, por un lado material, por el otro ideológica, siendo el capitalismo el consorte de la real instalación global.

En la era contemporánea se cree que “utopía, proletariado y revolución”, contrariamente a sus definiciones, parecen albergar en su seno un credo de anacronismo ante el avance de la tecnocracia y los mecanismos productivos. La tendencia de los Iguales parece revelarse ahora, no tanto en la desposesión sino en la composición social del homo indiviso, tecnologizado, comunicado, ahogado en la Web; instancias que identifican una corporación de similares. Todos somos bytes, datos.

La vieja contienda de ideas se retuerce. La inclusión en la mega-memoria, la mass media y su articulación con el Sinóptico donde todos miran (muy distinto al Panóptico) integran aunque desintegran la posibilidad del diálogo paritario, unificando las protestas en el estrato unívoco de la seducción imaginaria. La inmersión tecnológica y mediática apunta, global y colonialmente hablando, a la conquista de las necesidades primarias, sin bandera ni partidismos. Y la atracción se hace sentir tanto desde el control remoto hasta el control de los remotos excluidos mediante ensoñaciones de pertenencia. Todos pueden, la oferta se regala en combos, en lenguajes de meretrices que seducen hasta los témpanos más anárquicos.

Mientras el tan ponderado consenso sea operativo, inclusivo y acertado, no habrá un bendito ciudadano en desacuerdo, todos marcharán victoriosos en pos de las cajitas felices, viendo felices los bailes del caño, defendiendo el “andar de caño” si la inseguridad arrecia, y votando nombres seguros, si el apellido no se recuerda.




Unidos o atacados

Septiembre de 2001, los televisores de un Hospital canadiense no cesan de reiterar las imágenes de dos edificios en llamas; surge la teoría del atentado terrorista. En una de las camas, un cuerpo rezonga y se dispone hacia una recta final, debido a la extremísima unción de un designio susurrado por el cuerpo médico ante la invasión de un carcinoma letal. Este hombre es Remy, otrora profesor de universidad, enseñador coherente con sus ideas sociales, filósofo intelectual advenido en las tertulias amistosas, donde en cada cena de allegados se cocinaban las esferas política-social-económica de la historia universal. Aunque formaba una familia nuclear, sus idealismos policulturales también se reflejaban en el afán lujurioso por los cuerpos femeninos, siendo un corsario indomable de la sexualidad activa. Sebastien es uno de sus hijos, economista y bancario de renombre, puritano estructurado y de bajo perfil. Posicionado en un estrato social elevado, obsesivo de las cifras y la pulcritud.

Padre e hijo vuelven a cruzar sus disidencias eternas en el entorno aséptico del hospital. Remy lo resume así: “Mi hijo es capitalista, ambicioso y puritano. Yo siempre he sido socialista y voluptuoso.” Las rupturas ideológicas contienen un sustrato sanguíneo, de antigua competencia edípica, que se traduce y compensa con el pensamiento desigual. Pero ahora, el apronte de lo real, las células mortíferas que no pueden ser suplantadas por argucias intelectuales, deja una marca de lo que vendrá. La enemistad, precisa de dos contrincantes sanos, donde el campo del amor-odio se expresa. Pero lo siniestro, interno, degenerativo, allana la escena de la rivalidad. Lo innombrable, lo extranjero a la estructura discursiva, la certeza fatal de lo que hará falta en lo real, se impone mediante señales de ataque a la inmunidad celular de Remy.

Así como la invasión invisible del Medio Oriente apunta al corazón de la civilización, el cáncer terrorista que aplasta desde dentro como células dormidas; el cuerpo de Remy es embestido por una desregulación interna que germina desde la oscuridad. El equilibrio familiar es asaltado y debe prepararse ante el combate.

La dialéctica imaginaria del padre socialista y el hijo capitalista es abordada por la irrupción de un agujero que no cesa de no escribirse. La crónica de esta muerte anunciada deja un margen para que algo, más acá del epitafio, pueda ser escrito. La muerte en sí misma obliga, en tiempos de descuento, a una articulación con el registro simbólico. De a poco, Sebastien y Remy se reconocen anacrónicos en una batalla que supera sus disputas falocéntricas. Van anudando el lazo deseante antes corroído, frente al nuevo enemigo común. Amo y Esclavo lloran de antemano. Muerte, culpa y duelo permiten el arribo de la función paterna y filial.

La invasión bárbara que no se advierte, es un acto furibundo que derriba lo inteligible. Si se la enfrentara mediante guerras preventivas, la ficción imaginaria caería en sus propios velos. Ahora si la respuesta adviene del registro simbólico, la ética del inconsciente y la cultura podrán articular el respeto por las diferencias y la ajenidad del otro.



Emilio Malagrino









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