domingo, 8 de mayo de 2011

El hombre oso



(Análisis del filmGrizzly Man- Werner Herzog - 2005)




Primeras tomas

Timothy Treadwell se agazapa delante de la cámara que sostiene su novia Amie Huguenard, frente al panorama primaveral de la Reserva Nacional de Katmai en Alaska. Improvisa en crudo lo que será la presentación de su inminente documental. Detrás suyo, el verde césped se aplasta bajo las sombrías siluetas de dos osos pardos, Ed y Rowdy, miembros de una banda subadulta. La corpulencia de los animales obliga a Timothy a voltear para prevenir cualquier aproximación. Sin embargo, él estará dispuesto a estrechar cada vez más las distancias que aíslan la existencia del ecosistema natural de la cultura humana.

Timothy decreta una proclama de su condición: ese territorio no le pertenece, si se muestra débil o escurridizo, los osos lo dañarán, hasta causarle la muerte, lo decapitarán, lo cortarán en pedacitos; hay que perseverar, como un guerrero, o como una flor, implacable y natural… Las palabras de Timothy se revisten de tonos poéticos; y las verbalizaciones edulcoradas por una insoportable voz aniñada claman por su amor a las flores, los zorros, y los señores osos. Todo el caudal de sus emociones se reproduce en gestos exagerados. La modalidad de su comportamiento se configura en torno a un ideal, el audaz emprendimiento de su deseo oculto.

El embriagado discurso, la extravagancia de un documentalista imprudente absorbido por el caos natural, el desvío del método científico, conducirán a un vertiginoso viaje todo-terreno promovido por una fascinación.


Contacto natural

El paisaje montañoso virgen, convive con un recinto de escala humana; un punto azul diluído en las frondosidades vegetales. El campamento de Timothy, un lunar ectópico que desconoce el disimulo, aterriza en el corazón de un clan de osos pardos. El Parque Nacional, cuenta con cláusulas de seguridad. En uno de los incisos se les prohíbe a los ciudadanos acercarse a un perímetro menor a los noventa metros del grupo de los osos.

La estilo de Timothy Treadwell, más allá de ser considerado un experto en osos, se desliga de un corpus científico; más bien se desliza en torno a una pasión animal, a un derrotero personalísimo, donde el secreto es el objeto de culto. Una intimidad singular que será revelada ni bien culmine la aventura, y con el descubrimiento de una raza salvaje que es dilapidada por la zoología como portadora de una furia salvaje y asesina. El espíritu de pionero revive en Timothy la fortaleza que pugna por la continuidad de sus experiencias. Aunque el fantasma del abandono invade cada día con las imponentes lluvias, el gélido clima y las primaveras estrechas. Sin embargo, prolongará su estadía hasta lo inesperado.


La naturaleza del hombre

Seré uno de ellos, seré… el maestro”

El espíritu de Timothy Treadwell encierra un ser perturbado, desconectado de la realidad y la cultura. Un ser que opta por la convivencia con los osos pardos para huir de un pasado marcado por los fantasmas de la homosexualidad y el inconformismo. La ruptura con esos demonios lo llevará a considerar un nuevo nacimiento, el encanto por forjar una nueva raza dentro de sí mismo, el diseño y armado de vínculos filiales desprovistos de crueldad y acerbo social.

El corte abrupto con un sistema de legalidades urbanas le da la oportunidad de elegir una nueva comuna con seres desconocidos, despojados del contaminado lenguaje que determina un malestar, el de una cultura maquinada para autoabastecerse mediante la educación y el disciplinamiento de los cuerpos.

Timothy Treadwell quiebra el determinismo social mediante el mecanismo delirante del creacionismo; la autoimpostura de una paternidad primitiva, en una horda de gigantes análogos a su naturaleza digna y salvaje.

Es así como se despoja de los lazos simbólicos que lo atormentaban ideando un antropomorfismo animal, una homología intuida por su lectura desquiciada de los signos naturales. La simbiosis entre lo simbólico y lo real omite la consigna levistrausseana de la instalación de una ley natural diluyendo el cerco que los discrimina como órdenes incompatibles. Con este atrevimiento Timothy renuncia a su experiencia previa como documentalista, internándose a ciegas por los dictados del desequilibrio.


El fin

La aventurada travesía de Timothy Treadwell se embosca a sí misma cuando en el contacto real de las dos “culturas” se impone la brutalidad animal. La adjudicación de un comportamiento humano en los osos pardos conlleva al desconocimiento de lo real, siempre inadmisible a la lógica del pensamiento. La jugada por realizar un sendero reversible al campo de la socialización, el retroceso a estadíos primitivos para sentar los basamentos de una nueva cultura, la ardua tarea de quebrar la legalidad de una civilización, tiene un precio constitutivo.

Y es aquí donde la vida continúa abriéndose camino, mediante la selección natural de las especies, que cuando son amenazadas por la introducción de un elemento extranjero, devoran toda posibilidad de cambio.


Emilio Malagrino

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